14/5/09

A proposito del "monstruo de Mendoza"

LO OMINOSO
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Por
Andrea D’Atri
(dirigente del PTS y una de las fundadoras de la agrupación de mujeres Pan y Rosas)
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El caso del hombre que violó a su hija, sistemáticamente por más de veinte años, con la que engendró siete hijos-nietos y que los medios insisten en titular “el monstruo de Mendoza”, conmueve al país y al mundo.



En todas partes se habla de este caso, se opina, se analiza, se repudia y se abren interrogantes de la más diversa índole: ¿es el incesto un delito? ¿quien comete estos crímenes es un delincuente o un enfermo? ¿cuál es la responsabilidad de la madre en el asunto? ¿y cuál le cabe a la hija misma, víctima de las violaciones?La sociedad se espanta. Y ante tanto espanto, es tranquilizador atribuirle el epíteto de “monstruo”. “Monstruo” es, según el diccionario, una “producción contra el orden normal de la naturaleza”: algo insólito, extraño, una rareza, lo que resquebraja la norma y lo esperable, lo cotidiano, lo conocido.La sociedad se espanta y entonces, nada mejor que suponer que se trata de un “monstruo”, por lo tanto, una criatura única, extra-ordinaria. Ese pensamiento nos tranquiliza, apacigua la angustia. Si es excepcional, no tenemos de qué preocuparnos. No volverá a ocurrir algo así. No, en lo inmediato; no, en nuestra cercanía. Las estadísticas, en esto, nos sosiegan.Pero lo monstruoso, por definición, es aquello que se muestra, aparece, irrumpe (¿no comparten, acaso, la etimología monstrum y monstrare?). En Mendoza como en Amstetten, en cambio, hubo largas historias de silencio, de ocultamiento, de secretos, de escondidas.

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